Los peregrinos del Camino de Santiago by Juan G. Atienza

Los peregrinos del Camino de Santiago by Juan G. Atienza

autor:Juan G. Atienza [Atienza, Juan G.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Espiritualidad, Historia, Viajes
editor: ePubLibre
publicado: 1993-01-01T05:00:00+00:00


LA PLATA Y EL AZABACHE

Quien vaya a Compostela se encontrará, siguiendo el recorrido tradicional de los peregrinos, con la calle de la Azabachería, que conduce, desde la plaza de Cervantes, en el inicio del que fue barrio judío, a la catedral; y a ella se accede, si no es Año Santo, por la puerta Norte, que también se llama de la Azabachería. Esta fue, desde muy antiguo, la entrada preceptiva al gran templo jacobeo. Y los peregrinos, una vez habían recorrido todo su recinto y depositado su ofrenda y dado el abrazo ritual a la imagen del Apóstol, y habiéndose dado unas cabezadas suaves contra la cabeza de piedra del maestro Mateo, o Santo dos Croques como lo llaman los gallegos, para absorber un poco de su sabiduría, salían finalmente a la calle por la Puerta de las Platerías, que da a la plaza del mismo nombre.

Desde muy al inicio de ocuparme de los temas que atañen a la Ruta Jacobea, me sorprendió esta extraña coincidencia de que los peregrinos cumplieran el rito de entrar por la Puerta de la Azabachería y salir por la de las Platerías. Siempre me pareció —y lo cierto es que nadie me ha probado documentalmente lo contrario, del mismo modo que tampoco yo he tenido la posibilidad de probar jamás mi sospecha— que esta circunstancia no podía ser casual, como tampoco podían serlo aquella multitud de elementos sorprendentes tanto del recorrido del Camino como de la misma meta compostelana.

Parece como si, a modo de examen definitivo de lo que la peregrinación le hubiera podido enseñar al caminante, la misma catedral y su entorno le planteasen el problema del porqué de entrar desde «lo negro» —el azabache—, para salir a «lo blanco» —la plata—, después de haber cumplido con el ritual estricto e inamovible que le marcaba el recorrido de la catedral. Y solo se me ocurre aceptar la idea de que, ante determinados estímulos, la conciencia humana es también capaz de asimilar enseñanzas que la razón jamás podría transmitirle, porque caen lejos de cualquier intencionalidad lógica y de cualquier proceso mental al uso.

Lo más curioso de este entramado discretamente trascendente y un si es no es oculto consiste en que, según parece demostrado a través de todos los testimonios existentes, la industria del azabache, nacida como tal en Compostela y muy explotada después a lo largo de todo el Camino, no dio comienzo hasta el siglo XV[13], ni llegó a generalizarse hasta el siguiente, en que los primitivos amuletos —higas y otros objetos menores de la tradición gallega— se convirtieron, en las tiendas de los primitivos concheros, en objetos de recuerdo propios de la comarca, aunque, al parecer —aparte imágenes de Santiago y veneras talladas en azabache—, sin demasiadas implicaciones religiosas, sino más bien mágicas. En cualquier caso, sí que resulta cierto que la industria artesanal del azabache prendió bien entre los peregrinos, que, sobre adquirir un recuerdo, se llevaban de regreso, por un precio posiblemente no muy exagerado, una pieza tallada en un



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